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VIENA la bella

“La arquitectura debe dejar de imitar estilos del pasado. Debe convertirse en un verdadero reflejo de nuestros tiempos, expresando simplicidad, una naturaleza funcional, e incluso la precisión militar de nuestra vida moderna.” Otto Wagner

Ciudad cosmopolita y corazón de Europa, Viena es lo que podríamos denominar una pequeña gran ciudad y es con sus 1.700.000 habitantes el centro neurálgico, económico y cultural de Austria. Su patrimonio histórico y cultural ha sido fuente de inspiración de grandes compositores como Strauss, Beethoven o Mozart.

Los vieneses presumen de que Viena oscile entre el primer y segundo puesto en el ranking de calidad de vida de ciudades del mundo, tomando en consideración la disponibilidad de educación, cultura y entretenimiento, así como su limpieza, seguridad y alta profesionalidad y eficacia de los servicios públicos.
Suntuosa, de dimensiones monumentales y de gran tradición histórica, la ciudad tiene un encanto especial con una increíble concentración y variedad de monumentos y espacios culturales.

En Viena no sólo se observa monumentalidad, sino que sorprende su química combinación de modernidad con tradición.
Su fastuosidad es el resultado del espíritu de los Habsburgo y su prueba más evidente es la hermosa Ringstrasse, la avenida semicircular de 5,3 kilómetros que rodea el núcleo antiguo de Viena. Este elegante cinturón se empezó a construir en 1857 por orden del emperador Francisco José y las obras duraron cinco décadas. Ocupa el lugar de la muralla levantada para defender la ciudad del asedio turco y napoleónico.

Hoy en día el Ring se ha convertido en uno de los bulevares más bellos del mundo. Quizá el mejor modo de descubrir Viena por primera vez sea recorrer ese anillo urbano a bordo de un tranvía y contemplar edificios monumentales como el Rathaus (ayuntamiento), Staatsoper (opera estatal) y el Burgtheater (Teatro Nacional), decorado con frescos de Klimt.
El punto de partida de cualquier caminata por la zona histórica comienza en la “Stephansdom”, la imponente catedral de San Esteban.
Es imprescindible recorrer la calle Graben, una refinada arteria peatonal, y visitar la Peterkirche, la iglesia de San Pedro, de intensa ornamentación barroca.

Desde uno de los extremos de la calle Graben, se llega por otra peatonal al Hofburg, el palpitante corazón de Viena. Es un majestuoso complejo que contiene los aposentos imperiales, varios museos, una capilla, una iglesia, la Biblioteca Nacional y la famosa Escuela Española de Equitación.
Desde allí se puede llegar caminando al denominado barrio de los museos «Museums Quartier» que se ha convertido en uno de los complejos culturales más grandes del mundo. Situado, en lo que fueron antiguamente las caballerizas imperiales, reúne en una superficie de 60.000 m2 instalaciones con los géneros artísticos más diversos, restaurantes, cafés y tiendas en edificios barrocos mezclados con arquitectura moderna. Un ambiente que pega con la sensación de vivir urbana del visitante: conservar lo antiguo, vivir lo nuevo y disfrutar todo junto.

VIENA la bella

Imprescindible es la visita al Leopoldo Museun que alberga gran parte de la obra de Egon Schiele y de Gustav Klimt y al Mumok, edificio de basalto que ocupa uno de los costados de la gran plaza. Este baño de arte culmina en verano con los festivales de música, cine y danza al aire libre que se organizan en la gran plaza. Digno de ver es también el diseño del “Corbaci”, en el Centro de Arquitectura, obra de los arquitectos Anne Lacaton y Jean-Philippe Vassal.
Los museos de esta capital entregada al arte justifican por sí mismos un viaje. Merecen una visita los que se sitúan junto al Hofburg: el Museo Albertina, por su colección de dibujos de maestros como Miguel Ángel, Durero o Picasso; el Museo de Historia del Arte y el de Historia Natural, situados uno frente al otro y el magnífico Weltmuseum, de etnografía.

“A cada época su arte y al arte su libertad”, estas palabras explican bien el renacimiento artístico que vivió la ciudad con la llegada del movimiento artístico conocido como “Secesión de Viena” que, en el momento más álgido de la crisis, cuando los problemas económicos, sociales y políticos parecían sin solución, lograron combinado arte y política cultural, una fuerza capaz de crear una gran renovación.
El movimiento fue creado en 1807 por Gustav Klimt y 19 artistas vieneses más, que querían dar a su arte una expresión despojada de sus velos y nada envuelta en accesorios. Un arte propio, sin servilismos extranjeros que buscaba el llamado “Gesamtkunstwerk” o “obra de arte total”, término inventado por Richard Wagner refiriéndose a un arte que aunara a todas las demás.

El Pabellón de exposiciones de la Secesión de Viena fue construido en 1897 por Joseph Maria Olbrich y constituye uno de los más importantes edificios construidos en el estilo Secesión. Fue erigido para albergar las exposiciones del grupo de la Secesión y en su subterráneo se puede visitar el impresionante “Friso de Beethoven” de 34 metros de largo de Gustav Klimt realizado específicamente para la exposición de 1902.

VIENA la bella

Si se habla de Viena, hay que hablar también del renombrado arquitecto Otto Wagner quien moldeó el paisaje urbano de Viena hasta nuestros días. Sus edificios son estructuras, claras y ordenadas en su mayoría, siguiendo un patrón simétrico, práctico y sobrio. Los edificios más importantes de Wagner en Viena son las estaciones, las balaustradas, los puentes del antiguo tranvía, la Majolikahaus (Casa Mayólica) y la Musenhaus (Casa de las Musas) de la Wienzeile, la Iglesia de San Leopoldo en Steinhof y la Caja Postal de Ahorros.
En la Karlsplatz además de los pabellones diseñados por Wagner se encuentra la Karlskirche, una de las iglesias más representativas de la ciudad, con su suma de estilos y las dos enormes columnas en su frente que recuerdan a la de Trajano por sus motivos esculpidos en espiral ascendente.
Muy cerca se encuentra el Palacio Belvedere que tiene dos edificios en los extremos (el Belvedere superior y el inferior) unidos por bellos jardines y donde se puede ver el famoso cuadro «el beso” de Klimt que merece un viaje por si solo.
El Palacio de Schönbrunn, sin el cual el pasado imperial vienés es inconcebible, representa uno de los más hermosos ejemplos de arquitectura barroca en la ciudad. A lo largo del siglo XVIII bajo el reinado de María Teresa, lo que fue la residencia de verano imperial se convirtió en el centro de la esplendorosa vida de la corte. En los jardines de Schönbrunn se encuentra uno de lo mas bellos invernaderos de Europa denominado la casa de las palmeras.

Con más de 4.000 especies distintas de plantas de todo el mundo forma parte de la colección histórica de los Jardines Federales Austríacos.
En 1996, el Palacio y el Parque de Schönbrunn fueron declarados por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. El pintoresco Palacio de Schönbrunn, con su amplia oferta cultural, es una de las atracciones históricas favoritas de la ciudad.
LAS CAFETERÍAS VIENESAS Los vieneses incorporaron a su cultura el arte de tomar café y lo elevaron a una forma de vivir. Cuentan que consiguieron como botín sacos con granos de café en 1683, durante la retirada de los turcos tras su infructuoso asedio. Pero la verdad es que su sabor fue descubierto gracias a un honrado espía de la corte imperial, que en 1685 abrió la primera cafetería vienesa. Algunas de sus cafeterías mas conocidas son: El café central, el café Hofburg, el café Landtmann y quizás el más popular, el Café Sacher en el hotel Sacher. Su interior sigue las pautas de elegancia tradicional de la ciudad y también cuenta con una terraza donde disfrutar su postre por excelencia: la tarta Sacher.

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