¿ES EL PROGRESO PATRIMONIO EXCLUSIVO DE UNA SOLA IDEOLOGÍA POLÍTICA? Por Juan J. G. Lagares
«Gobierno de progreso». «Fuerzas progresistas»… Nos hemos acostumbrado a escuchar esta clase de expresiones dichas con un convincente aire supremacista, por parte de la izquierda política, que no deja lugar a cuestionarse su veracidad. Pero por lo menos a mí, cada vez que las oigo, me asaltan múltiples incógnitas sobre su sistemática utilización. Hace tiempo que vengo rumiando esta cuestión.
¿Es justo adjudicar el progreso de un país o de una Comunidad a una sola ideología política?
Parece que ha habido una sostenida idea, mantenida en el tiempo, que a base de una constante reiteración ha hecho de los términos progreso y progresista una propiedad exclusiva de la izquierda política. El progresismo, se ha convertido en un término incuestionable que se utiliza como arma arrojadiza en cualquier debate político. ¿Desde cuándo la izquierda se apropió del término y de la idea progresista? Es que la derecha o el centro derecha liberal nunca han hecho progresar a la sociedad.
El gobierno llamado Progresista — socialista, comunista o de extrema izquierda –, muestra por sí mismo una declaración de intenciones totalmente excluyente frente a cualquier otro rival político. ¿Es esto objetivamente justo?
En todas las acepciones que he encontrado en distintos diccionarios, los términos progreso y progresista, aparecen como «mejora y avance que experimenta una persona o cosa hacia un estado más avanzado y desarrollado». «Desarrollo continuo, gradual y generalizado de una sociedad en los aspectos económicos, social, moral, científico, cultural, etc.»
Según la Real Academia de la lengua: progreso es la acción de ir hacia adelante.
¿De verdad estás definiciones se corresponden con la propiedad exclusiva de una sola ideología política?
El progreso en sí mismo puede llegar a abarcar múltiples aspectos del desarrollo de una sociedad o conjunto de individuos Sería tarea ingente acotar todos los factores que pueden contribuir a determinar el significado de la idea de progreso. En realidad, esta idea no debería pertenecer a ninguna tendencia ideológica. Es un concepto que obedece a una trayectoria inherente en la especie humana desde sus más remotos orígenes. Progreso experimentó el hombre cuando descubrió el fuego o la rueda o la penicilina, por poner algunos sencillos ejemplos. No creo que ninguno de los progresos que haya experimentado la humanidad, a lo largo de su historia, haya tenido ninguna etiqueta de ideología política.
El progreso como tal se entiende en función de su punto de partida y de su contextualización. Por ejemplo, el Partido Popular español se funda en 1976, después de cuarenta años de un régimen dictatorial y se definió en sus inicios como un partido reformista o lo que es lo mismo un partido que nacía para hacer avanzar y progresar a la sociedad española. Pero no por eso se iba a perpetuar en su proyecto el término progresista.
Aunque es cierto que históricamente el progresismo como tal se ha asociado a las fuerzas políticas que han promulgado la libertad, la igualdad social, la lucha contra la corrupción etc. también es verdad que estos ideales tampoco han sido de la exclusiva propiedad de la izquierda. Esas mismas cuestiones las defienden igualmente, otras muchas opciones políticas.
De hecho, el llamado Partido Progresista, cuya aparición en el año 1834, cuando ostentaba la regencia del trono de España, Doña María Cristina de Borbón, fue una iniciativa de los liberales, que querían dar respuesta al malestar que sufría la sociedad de su época. Más tarde, en 1838, bajo el reinado de Isabel II, se oficializa el Partido Progresista, entre cuyos fundadores, no existía ningún militante de ideología izquierdista. Tanto los aristócratas Antonio de Arguelles como Salustiano de Olózaga o Pedro Calvo Asensio, sus fundadores, junto con Juan Álvarez Mendizábal, provenían del Partido Democrático de inspiración monárquica y liberal. Y para mayor abundancia de su ideología liberal, está el hecho de que fueron integrantes de este los generales Espartero y Prim.
No tiene pues el Progresismo desde sus inicios, ningún arraigo puramente izquierdista.
Yo entiendo que la cuestión no está en distinguir entre progresista y conservador, pues lo contrario de progresista sería involucionista; no creo — salvo si nos referimos al régimen talibán en su gobernanza de Afganistán — que se le pueda achacar de entrada, esta etiqueta a ninguna formación política, ya que entraríamos en unos juicios de valor, alejados de toda consideración objetiva. Y es que hay múltiples formas de entender el progreso, por tanto, nadie debería tener el privilegio de arrogárselo en exclusiva. Ser progresista no estriba sólo en defender los derechos humanos o combatir las desigualdades, sino también estimular el esfuerzo en el trabajo, poner en valor el talento de las personas que lo posean, apoyar el incremento de la productividad, apostar por una economía de libre mercado que facilite el fomento de la inversión y con ello, la creación de riqueza y el aumento del nivel de vida de los ciudadanos. Facilitar la labor de los grandes y medianos empresarios, así como la de los autónomos, para que puedan evolucionar en sus respectivos cometidos.
En definitiva, el hecho de avanzar y progresar en aras de un futuro mejor para todos es una ansiada y legítima meta de toda persona o grupo, sin distinción ideológica alguna.
` Juanjo Lagares fue Director de Publicidad del Grupo El Corte Inglés (1976 – 2009) y es académico de honor de la Academia de la Publicidad.
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