ÓSCAR SAN MARTÍN MOLINA Director Operativo de Vanitas “Las cosas bien hechas bien parecen” como dice el refrán. Y esta máxima intentamos llevarla a raja tabla en la revista Vanitas. Como ya habéis podido comprobar en el pasado número de otoño, los cambios son visibles pero poco a poco se irán acentuando aún más para conseguir la meta de darle a Vanitas un nuevo aspecto, una vida nueva dentro de la propia y original que ya tiene. Una apariencia más real, más identifi cada con los nuevos tiempos, innovadora pero genuina. Apostando fi elmente por la evolución y el compromiso de mantener su calidad. Y como no podía ser menos, en la parcela lifestyle de la revista vamos incluyendo secciones y recomendaciones para todos vosotros. Destinos sugerentes que inviten a viajar y vivir, donde el mundo del viaje es parte fundamental de esta órbita dentro del estilo de vida de Vanitas. Una dimensión que esperamos que también sea vuestra, y que la disfrutéis tanto como nosotros lo hacemos compartiéndola con todos vosotros. Para ello, en este número Ciudad de Panamá y Lyon os las ponemos a “tiro de piedra”. Descubriréis otros maravillosos y exóticos destinos, sugerencias y sorpresas que prefi ero no desvelaros y que seáis vosotros mismos los que ojeando este ejemplar de invierno las descubráis. Porque así todo es mucho más emocionante… Cómo la vida misma ¿no creéis?
Con esta frase “mucho más que un canal”, el Instituto Panameño de Turismo promociona a la animada capital de Panamá, más conocida como “Panamá City”. Y Panamá City es, efectivamente, mucho más que un canal. Luce un estilo de metrópoli súper moderna, pero conserva un primoroso casco histórico. Tiene un puñado de elegantes shoppings y también bonitos espacios verdes. Y claro, tiene el canal.
DE LA SKYLINE
La ciudad ostenta una historia bastante peculiar. Fundada el 15 de agosto de 1519 por Pedro Arias Dávila, al poco tiempo, y debido a su posición geográfica, se convirtió en uno de los centros más importantes de la América española. Pero una catástrofe sobrevino en 1671, cuando el más famoso de los piratas —Henry Morgan— y sus hombres la saquearon y destruyeron obligando su traslado. SU CASCO ANTIGUO Y PANAMÁ LA VIEJA Las ruinas de la antigua urbe todavía se mantienen, y son, de hecho, un poderoso atractivo turístico. Panamá fue reconstruida en 1673 a dos kilómetros de la ciudad original, en la zona que hoy se conoce como el Casco Viejo. Recientemente declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, este antiguo enclave citadino guarda verdaderas joyas arquitectónicas además de casas de colores vivos, balcones románticos y callejuelas empedradas en las que vale la pena perderse por un tiempo.
La Plaza de la Independencia, la catedral metropolitana Nuestra Señora de la Asunción, el Teatro Nacional y la Iglesia de San José, con su inmenso altar de oro, son algunos de los lugares por los que no debe dejar de pasar el viajero. También en el Casco Viejo se erige la apacible Plaza Francia, que silenciosamente consigna el fallido intento francés de construir el Canal. A un centenar de metros, el completísimo Museo del Canal cuenta con lujo de detalles la historia y el funcionamiento de esta vía interoceánica.
La zona colonial contrasta enérgicamente con la nueva Panamá: la de los altísimos edificios, las autopistas, los bancos, los shoppings y los vistosos restaurantes de comida rápida. El vértigo y la modernidad tienen un sello reconocible: la ciudad muestra sin tapujos una fuerte influencia estadounidense.
LA MODERNA PANAMÁ Para la ciudad, su canal, no es sólo un paso interoceánico; es un signo de identidad y una grandiosa maravilla de la ingeniería. El único punto de conexión entre el océano Atlántico y el Pacífico, aparte del lejano estrecho de Magallanes, comenzó a construirse en 1904 y desde su finalización, en 1914, fue administrado por Estados Unidos. En 1999 Panamá recuperó el control absoluto de su territorio. Con una longitud de aproximadamente ochenta kilómetros y un complejo sistema de exclusas, el Canal es utilizado cada año por unos catorce mil barcos.
Hoy, en la nueva Panamá se construyen algunos de los rascacielos más espectaculares de Latinoamérica, especialmente en las zonas de Punta Paitilla —un terreno ganado al mar visible desde cualquier parte de la ciudad— y Punta Pacífica, un nuevo y cotizadísimo polo de lo más chic. Allí, el multimillonario Donald Trump levantará una mole de sesenta y cinco pisos. La ciudad, además, cuenta con grandes casinos. De hecho, la actividad del juego se ha disparado aquí como en ninguna otra ciudad de Centroamérica.
La oferta gastronómica es realmente tentadora y variada: pueden
encontrarse restaurantes de cocina típica panameña —pescados, mariscos, sopas, pasteles—, aunque también abundan los étnicos y los internacionales.
Otro gran sitio para pasear y disfrutar de la vista de la bahía y del magnífico Puente de las Américas —la entrada al Canal— es la Calzada de Amador, una avenida de un kilómetro que une tres pequeñas islas con el continente.
LA PLAYA Y LA ECOLOGÍA Si bien en toda América el sol se levanta por el Atlántico y se oculta por el Pacífico, en Panamá la cosa es diferente: aquí amanece por el Pacífico y el ocaso es por el Mar Caribe. Es cierto que las más célebres playas panameñas están lejos de la ciudad —San Blas, Bocas del Toro o la Isla Contadora—, pero las cercanías de Panamá City también tienen paradisiacas playas bañadas por las azules aguas del Pacífico. Playa Kobbe, por ejemplo, está a sólo veinte minutos del centro, y Playa Veracruz, un kilómetro más allá de Kobbe, es bastante similar. Y también hay buenas playas en la cercana Isla Taboga.
Para los amantes de la ecología nada mejor que el pintoresco poblado de Gamboa, un paraíso verde a sólo treinta minutos del centro de la gran urbe.
Por lo que se ve, Panamá es más que una gran ciudad y un admirable canal que conecta dos océanos. Es un conglomerado de arquitecturas que hablan de la dinámica de los tiempos y de los acontecimientos que fueron tejiendo una singular historia.