Que fácil es para las Irenes Monteros de hoy en día hablar de feminismo cuando los derechos de las mujeres en Occidente han sido conquistados ya desde hace años y no hay nada por lo que luchar. La igualdad es simplemente tener los mismos derechos y las mismas obligaciones y a partir de ahí que triunfen los mejores.
Este articulo trata sobre una mujer afgana excepcional que los actuales gobernantes de su país han hecho prácticamente desaparecer de los libros de historia. No se suele pensar en Afganistán y en el feminismo a la vez, a no ser que se utilice el país como ejemplo de uno de los peores lugares del mundo para que vivan las mujeres.
Pero enterrada en la historia afgana hay una mujer que merece ser alabada como una de las primeras feministas del mundo: una heroína para las mujeres de ese país por lo que logró y por el futuro que soñó. Ella es sólo una parte de la historia olvidada de Afganistán. Aunque parece que Afganistán siempre ha sido una nación marcada por la misoginia y el machismo, lo cierto es que en los años 20 hubo una mujer que quiso romper con las reglas establecidas y revolucionar el país con sus ideas progresistas: Soraya Tarzi que se convertiría en la Reina Soraya de Afganistán tras su matrimonio..
Nació y murió en el exilio. Pero durante los 10 controvertidos años que pasó como reina de Afganistán, Soraya Tarzi ofreció a las mujeres de su país una tentadora visión de un futuro emancipado que, un siglo después, aún no se ha hecho realidad. Nació en Damasco en 1899, una ciudad cosmopolita en la que intelectuales de todo el mundo musulmán trataban de deshacerse de las ideas más conservadoras del puritanismo más primitivo.
Hija de Mahmud Beg Tarzi, un intelectual afgano considerado el padre del periodismo en Afganistán, pasó los primeros años de su vida en el exilio y por ello creció en un ambiente muy moderno, con ideas liberales que contribuyeron a su educación y a sus posteriores impulsos para mejorar la vida de las mujeres.
En 1901, cuando el Rey Habinullah Khan, llegó al poder, permitió a la familia Tarzi regresar al país del exilio al que les había enviado su padre. y se instalaron en Kabul, una ciudad marcada por fuertes contrastes, en la que la influencia británica en las zonas más ricas fomentaba una vida más occidentalizada y chocaba con el fuerte sentimiento tradicionalista de las zonas más pobres, donde familias enteras se hacinaban en pequeñas habitaciones en condiciones insalubres y no se permitía a las mujeres no llevar el velo.
Sardar Mahmud Beg Tarzi era un intelectual cuya ideología liberal y nacionalista no encajaba con la del Rey (Emir) Abdul Rahman Khan, que había sido instalado como gobernante por los británicos en 1880 tras la derrota de su predecesor en la Segunda Guerra Anglo-Afgana. Como exiliado, los viajes de Tarzi por Europa y su vida en Turquía habían ampliado sus horizontes y estaba decidido a hacer lo mismo por su país y su oportunidad llegó en 1901 con su regreso del exilio.
Aunque Afganistán nunca formó parte oficialmente del Imperio Británico, el gobierno por un tratado firmado consideraba al país un protectorado y dictaba la política exterior hasta la tercera guerra anglo-afgana, en 1919, que condujo a la independencia tras la victoria. Durante años, Afganistán había sido tratado como un peón en una partida de ajedrez más amplia entre Rusia y Gran Bretaña.
Soraya y el príncipe heredero Amanullah se casaron en 1913 y su matrimonio rompió con todos los esquemas y costumbres tradicionales. Entre otras cosas, el matrimonio se convirtió en un ejemplo de monogamia en un país donde estaba normalizado que los hombres coleccionaran esposas. Además, ambos quisieron promover la educación femenina y sus hijas recibieron la misma formación que cualquier varón
El 20 de febrero de 1919, Habibullah Khan fue asesinado y el príncipe Amanullah proclamado rey. Soraya era ahora reina y su padre reformista, Mahmud Tarzi, se convirtió en ministro de Asuntos Exteriores. Los acontecimientos se precipitaron. El 3 de mayo de 1919, el rey Amanullah, decidido a seguir la política nacionalista defendida por Tarzi, dio el audaz paso de invadir la India británica. La Tercera Guerra Anglo-Afgana, más conocida en Afganistán como la Guerra de la Independencia, había terminado en agosto. Gran Bretaña, agotada de hombres y recursos por la Primera Guerra Mundial, aceptó un armisticio y en Kabul, el 22 de noviembre de 1921, Tarzi y Henry Dobbs, jefe de la misión británica, firmaron un tratado por el que ambas naciones se comprometían a «respetar cada una con respecto a la otra todos los derechos de independencia interna y externa».
Afganistán se había desprendido por fin de los grilletes del imperialismo británico. El ministro de Asuntos Exteriores estableció embajadas en una serie de capitales europeas y, con el apoyo entusiasta del rey y la reina, siguió adelante con la modernización de su país.
Para los jóvenes Reyes, el Profeta Mahoma dijo que todas las personas son iguales, hombres y mujeres y por tanto sus súbditos debían tomar sus palabras en serio. Y con este espíritu, en 1923 dotaron al país de su primera constitución, que garantizaba las libertades individuales y los derechos básicos: abolición de la esclavitud, educación laica para ambos sexos, clases para adultos analfabetos y nómadas, establecimiento de un tribunal supremo y de tribunales de justicia laicos, abolición de los privilegios de la realeza y de los líderes tribales y promoción de la libertad de las mujeres para decidir si llevan o no el velo. Sin embargo, estas medidas no eran del gusto de todos.
Recordemos que, en aquella época, Afganistán era un país de fuertes contrastes, en el que la modernidad se mezclaba con el deseo conservador de gran parte de la población. Así, el mismo año en que se aprobó la Constitución, los mulás de la tribu Mangal de Jost protagonizaron la primera revuelta conservadora. A pesar de que el Ejército consiguió sofocar la rebelión, el monarca decidió modificar algunos puntos de la Carta Magna para satisfacer a los insurgentes.
La primera escuela primaria para niñas, la escuela Masturat, se abrió en Kabul en 1921 bajo el patrocinio de la reina Soraya, que en 1926 fue nombrada ministra de Educación. Le siguieron más escuelas y, en 1928, 15 alumnas de la Escuela Media Masturat, todas ellas hijas de familias prominentes de Kabul, fueron enviadas a Turquía para ampliar su formación. Fue una medida provocadora. Junto con su madre, fundó la primera revista para mujeres en Afganistán: «Orientación para mujeres» y toda su familia se dedicó a mejorar la suerte de las mujeres: sus hermanas fundaron un hospital femenino y una organización de ayuda a las mujeres.
Según la académica Shireen Khan Burki: «Enviar a las jóvenes solteras fuera del país fue considerado con alarma en muchos sectores como una señal más de que el Estado, en sus esfuerzos por occidentalizar, estaba dispuesto a ir en contra de las normas sociales y culturales.»
La reina inició una gran revolución y consiguió implantarla a través del rey. Apareció en público y viajó mucho para informar a las mujeres de sus derechos y de que debían adquirir educación. También influyó en el rey, que creó nuevas leyes que prohibían los matrimonios infantiles, daban a las mujeres el derecho a elegir a sus maridos, hacían obligatoria la educación de todos los niños y niñas e imponían impuestos para desalentar la poligamia. La reina Soraya también creó una organización, dirigida por la hermana de Amanullah, para defender los derechos de las mujeres y ofrecerles un lugar donde quejarse de los malos tratos o los abusos. Para su época, era única: una mujer muy fuerte y excepcional. Como aseguró el monarca en 1926 en una comparecencia pública, «yo soy vuestro Rey, pero la Ministra de Educación es mi esposa, vuestra Reina«.
Fue la primera consorte musulmana que apareció en público junto a su marido, algo inédito en la época. Participó con él en las partidas de caza, montando a caballo, y en algunas reuniones del Gabinete. Estuvo presente en los desfiles militares con el rey. Durante la guerra de la Independencia, visitó las tiendas de los soldados heridos, habló con ellos, les ofreció regalos y consuelo. Acompañó al rey incluso en algunas provincias rebeldes del país, algo muy peligroso en aquella época.
El rey dijo en un discurso publico que «el Islam no exige que las mujeres se cubran el cuerpo ni lleven ningún tipo de velo especial». Al concluir el discurso, la reina Soraya se quitó el «velo» en público y las esposas de otros funcionarios presentes en la reunión siguieron este ejemplo. La reina pronunció ante los asombrados líderes tribales y religiosos otro discurso. En el que dijo que el burka que «no es una prenda afgana y ni siquiera es una prenda islámica.” Su ejemplo creó oportunidades dentro de la sociedad afgana en la capital que antes no existían, aunque su influencia en el campo fue mucho más limitada. No gusto nada a los sectores conservadores encabezados por las elites religiosas.
En 1926, en el séptimo aniversario de la independencia de Afganistán, la reina pronunció un discurso característicamente provocador e inspirador: «Nos pertenece (la independencia) a todos y por eso la celebramos. Sin embargo, ¿pensáis que nuestra nación necesita desde el principio sólo a los hombres para servirla? Las mujeres también deben tomar su parte como lo hicieron las mujeres en los primeros años de nuestra nación y del Islam. De sus ejemplos debemos aprender que todos debemos contribuir al desarrollo de nuestra nación y que esto no puede hacerse sin estar dotados de conocimientos. Así que todos debemos intentar adquirir el mayor conocimiento posible, para poder prestar nuestros servicios a la sociedad a la manera de las mujeres de los primeros tiempos del Islam.»
En diciembre de 1927, los reyes se embarcaron en una gira de seis meses por las capitales europeas. En este viaje fueron honrados y agasajados. De hecho, en 1928 los Reyes recibieron títulos honoríficos de la Universidad de Oxford. La Reina habló ante un nutrido grupo de estudiantes y dirigentes. Era una época en la que otras naciones musulmanas, como Turquía y Egipto, también estaban en vías de modernización. Por ello, en Afganistán, la élite quedó impresionada por esos cambios y emuló sus modelos de desarrollo.
En Inglaterra, la pareja fue recibida en Dover por el Príncipe de Gales y trasladada en un tren real a Londres, donde fueron recibidos en la estación de Victoria por el Rey Jorge y la Reina María. A continuación, la comitiva real viajó en carros abiertos tirados por caballos hasta el Palacio de Buckingham, atravesando calles atestadas de multitudes que los aclamaban. El recibimiento en otras capitales europeas -y en Moscú, una parada claramente política para los reyes de un país que los británicos consideraban un amortiguador de las ambiciones soviéticas en la región- fue igualmente entusiasta.
Los reyes representaba la joven modernidad de Afganistán y la nueva era que ambos querían ampliar y consolidar en casa, sin embargo, no era el momento adecuado. No sólo los musulmanes conservadores no estaban de acuerdo con los cambios, sino que los británicos distribuyeron entre las regiones tribales de Afganistán fotografías de Soraya sin velo, cenando con hombres extranjeros y con la mano besada por el líder de Francia, Alemania, etc.
Los mulás conservadores y los líderes regionales tomaron las imágenes y los detalles del viaje de la familia real como una flagrante traición a la cultura afgana, a la religión y al «honor» de las mujeres. Se puede tomar la circulación de esas imágenes de fuentes extranjeras como una prueba de los esfuerzos británicos por desestabilizar la monarquía afgana, el primero de los muchos intentos internacionales por mantener el país en la confusión política, social y económica.
Los británicos no tenían una buena relación con la familia de Soraya en su conjunto, ya que el principal representante de Afganistán con el que tenían que tratar era su padre. Cuando la familia real regresó de Europa, fue recibida con hostilidad.
Los jefes tribales mas conservadores se sublevaron y entre muchas exigencias pidieron al rey que se divorciara de Soraya y la enviara al exilio. El rey rechazo esta exigencia pero intento apaciguar a sus críticos: se cerraron las escuelas laicas, incluidas las femeninas, se derogaron las leyes de familia que prohibían la poligamia y concedían a las mujeres el derecho al divorcio, se disolvieron los tribunales laicos en favor de los tribunales de la sharia y mucho más. Fue en vano.
En noviembre de 1928, Afganistán estaba sumido en una guerra civil, con las fuerzas de la oposición dirigidas por Habibullah Kalakani, el llamado rey bandido que era el equivalente a un talibán de la actualidad. El rey Amanullah abdicó en 1929 para evitar la guerra civil que no se evito con su abdicación y se traslado con su reina a la India británica y los progresos que Soraya había realizado se derogaron.
En la India británica los soberanos eran aplaudidos allá donde iban por miles de indios. El pueblo indio sentía que había perdido su sueño de libertad y liberación del imperialismo británico con la caída del reinado del rey Amanullah. También hubo ovaciones de las mujeres indias que lloraban y gritaban el nombre de «Soraya» sin mencionar «Reina».
Tas su paso por India e invitados por la Familia real italiana trasladaron su residencia a Roma hasta su fallecimiento en 1968. El funeral fue escoltado por miembros del ejercito italiano hasta el aeropuerto de Roma, antes de ser trasladado a Afganistán, donde se celebró un solemne funeral de Estado. La Reina Soraya esta enterrada en el mausoleo familiar de Jalalabad junto al rey, fallecido ocho años antes.
Kalakani , se mantuvo en el poder durante sólo 10 meses. El príncipe Mohammed Nadir Khan, primo de Amanullah Khan, a su vez derrotó y ejecutó a Habibullah Kalakani en noviembre de 1929 y fue proclamado rey. Comenzó a consolidar el poder y a regenerar el país. No restauro las reformas de Amanullah Khan pero promovio un enfoque gradual de la modernización.
Sin embargo, en 1933 fue asesinado por venganza por un estudiante de Kabul y su hijo Mohammad Zahir Shah, de 19 años le sucedió en el trono y reinó de 1933 a 1973. Durante los últimos 10 años de su reinado Afganistán recupero la mayoría de las reformas comenzadas por los reyes Amanullah y Soraya.
Durante su corto reinado el ilustrado rey Amanullah, asumió enormes riesgos personales y políticos, y fracasó, para reformar el Estado y la sociedad afganos.
El rey junto con la Reina Soraya consiguió situar a Afganistán en la escena internacional. También abrió el camino y desafió a sus compatriotas a liberarse de las estructuras políticas y sociales medievales. Tristemente, las políticas de género del rey estaban completamente divorciadas de las realidades sociales de su país, extremadamente conservador, principalmente tribal y geográficamente remoto.
La tragedia del reinado de Amanullah y Soraya es la misma que cincuenta años mas tarde les ocurrió al Shah Reza Palhevi y la Emperatriz Farah en Persia. No habían comprendido el atraso de su país, una sociedad tradicional y conservadora. Ambos actuaron de forma precipitada, lo que provocó a la gente y condujo finalmente a la revolución. El rey fue un gran reformista, pero Soraya fue el motor de su programa.
Es prácticamente seguro que los talibanes vuelvan a imponer la ley islámica, la «sharia«, como hicieron a finales de los años 90, con las consiguientes violaciones de los derechos humanos, especialmente de las mujeres y las niñas, que ya se cometieron en el pasado. Volverán a quedar completamente relegadas a la voluntad del hombre, sin voz ni voto en absolutamente ningún aspecto de su vida, condenadas al silencio y al acoso continuo.
Hoy hasta 3,7 millones de niños de entre 7 y 15 años, el 60% de ellos niñas, permanecen sin escolarizar . Noventa años después de que su intento de liberar a las niñas y mujeres afganas terminara en una revuelta y en el retorno a un sistema de represión consagrado, Soraya se entristecería al ver que su querido país retrocede a principios del siglo XX con los criminales talibanes.
Hoy en día, los afganos, los líderes y especialmente los jóvenes, deben estudiar rigurosa y continuamente al rey Amanullah, la persona y su reinado ya que encarna la larga lucha de Afganistán con la modernidad. Aunque no logró su sueño de un Afganistán moderno, sus esfuerzos genuinos y sus palabras sinceras deben inspirar a una nueva generación para completar la tarea. La visión y el legado de la Reina Soraya deben seguir vivos y ser un ejemplo para muchas jóvenes líderes de hoy tanto en Afganistán como en otros países musulmanes y se mantenerse firme en las generaciones venideras.
Y volviendo a las Irenes Monteros del mundo, harían bien, si es verdad que se creen lo que predican, de denunciar con voz alta a los talibanes por sus desmanes, a la islamización de nuestra sociedad que va en contra de nuestros valores fundamentales entre los que se encuentran los derechos de las mujeres. Las feministas de verdad tomarían a la Reina Soraya de Afganistán como ejemplo pues por algo fue la primera feminista. del mundo musulmán.
Por: Carlos Mundy
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