LA ESPAÑA VACIADA – Era un día que parecía el primer día, levemente frío, extrañamente claro, con el sol trepando entre las montañas y el hato de yeguas hispano-bretonas deslizándose de las nieves a los pastos en los altos de La Pernía, una de las cunas de la vieja Castilla. La mujer, rubia, de ojos azules, morena por los aires y de piel ajada por las escarchas, me miró y me dijo con un rictus de amargura; «Vendemos las yeguas con mucha pena, la ganadería viene de mi abuelo, pero esta temporada los lobos han matado quince de los dieciséis potros que tenían. Sólo ha quedado uno cojo». A mí se me partió el corazón.
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LA ESPAÑA VACIADA
Sí, se me partió el corazón, pero a la vez me entro una ira especial, no sólo mía, sino trasunto de generaciones de ganaderos anteriores, una ira que me llegaba al corazón y me hería las sienes, pero que me venía como de la tierra que pisaba.
¿ Cómo es posible que a nuestros políticos falsarios se les llene la boca de «La España vaciada» , y quieran resolverlo con la banda ancha, cuando la realidad es que los lobos se comen impunemente a los ganados y que estos, además, valen cuatro perras ?.
¿ Qué coño «España vaciada», ni niño muerto, cuando a la poca gente que queda la tienen aterrorizada con multas, sanciones, incluso penas de cárcel, si actúan contra unos depredadores que se comen sus corderos, sus terneros, sus chivos, sus potros…su parco modo de vida ?. Hasta cámaras han plantado en esos bellos montes sobre la Liébana o la montaña palentina, cabeceras ambas de Castilla, para perseguir a los infractores.
Y así todo. Porque tenemos un Gobierno que en sí mismo es una mentira y en su política rural, también. Queda de lo más chulo lo de la «España vaciada», pero es un término a su vez vacío de contenido, utilizado por un Gobierno vacío de verdad.
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Recientemente se ha querido dar respuesta al campo, que dicho sea de paso está en armas y la que te rondaré morena, echándole la culpa, como es habitual en los Gobiernos del felón, al empedrado, en este caso a las grandes superficies.
La culpa, para Sánchez, siempre la tienen los otros, normalmente el PP o Vox o Ciudadanos, pero en este caso la tienen las grandes superficies, las cuales, aunque tengan cierta cuota de responsabilidad, no son en absoluto las culpables.
De ahí que el Ministro de Agricultura Planas, menoscabado en varias de sus funciones por las concesiones del falso doctor a Podemos, se haya sacado de la manga en tiempo record una Ley de la Cadena Alimentaria, conocida ya en los ambientes rurales como Ley de la Cadena del váter, porque no vale absolutamente para nada. Bueno, sí vale, siempre y cuando el papel no rasque mucho.
El resolver o paliar los problemas del campo, que no lo ignoremos son también los de la sociedad, porque si el rural de verdad colapsa cuando los ciudadanos vayan de vacaciones y tengan que echar gasolina en Despeñaperros se la va a echar El Algarrobo o Curro Jiménez, pasa por afrontar una disyuntiva clara como el agua, disyuntiva además que no es puramente nacional, sino europea: ¿ Qué modelo de agricultura y ganadería queremos ?. Pero, no sólo atendiendo a los productores, sino a los consumidores y a su salud alimentaria.
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¿ Queremos un modelo europeo, como hasta ahora, que garantice unos niveles de renta que equilibren a la población, unos alimentos saludables y asequibles para el consumidor final y una conservación de nuestros paisajes y la cultura de la que venimos ?.
Pues entonces no cabe la menor duda de que hay que cerrar nuestro mercado europeo, mediante aranceles, a los productos exteriores, que no cumplen ni por asomo los estándares de calidad, trazabilidad, salubridad y dignidad, que son propios y personales de la producción europea.
Es decir, no es lo mismo, no puede ser lo mismo el arroz producido en La Isla del Guadalquivir o las Vegas Bajas del Guadiana, sin pesticidas y sueldos y seguridad social europeas, que el que se produce en Thailandia con pesticidas prohibidos en Europa, mano de obra semi-esclava y arrozales que a la par son albañales porque reciben las aguas fecales procedentes de unas aldeas que andan cortas de alcantarillado y por supuesto no tienen depuradoras.
El consumidor tiene derecho, y los poderes públicos tienen el deber informativo inexcusable, de saber si el kilo de arroz que compra viene de Vietnam o del Delta del Ebro.
Pero, hay otro modelo posible, y me temo que es el probable: Abrir Europa en canal a las importaciones masivas, incontrolables sanitariamente, con uso de prácticas y productos prohibidos y vedados a los agricultores europeos, insalubres para el consumidor, que procederán del Cono Sur de América (Mercosur) y del Sureste Asiático.
El Magreb, con sus sueldos de miseria, el papel asignado a las mujeres en el Islam y todos los pesticidas perseguidos por cancerígenos en nuestros lares, ya está sentado en nuestras mesas. Y ante esto ¿qué hacer ?. Dentro de esta segunda opción de laissez faire, laissez passer (dejen hacer, dejen pasar), caben por parte de la Unión Europa dos actitudes, dejarlo todo igual, con lo que el campo comunitario declinará en una lenta extinción y no habrá respuesta alguna en caso de crisis que paralice el mercado mundial (¿les suena lo del coronavirus, por ejemplo ?).
O incrementar las ayudas de la PAC, que no son ni subvenciones, ni limosnas, sino complementos de renta para mantener una actividad razonable en un sector estratégico y fundamental para la población en general, no sólo la campesina. ¿ O es que en supuestos de guerra o epidemia comemos coches u ordenadores ?. ¿ Comemos feminismo feminazi solas y borrachas en edificante poesía mostrenca, que es una raza de vacas ?.
Por: Juan Carlos Balmaseda
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