Al son de la conocida canción “En un mercado persa reinterpreto el bullicioso ambiente que da vida a la creación del británico Albert W. Ketélbey. Mercaderes, malabaristas, trileros, encantadores de serpientes, picaros, embaucadores, camelleros y otros peculiares personajes que transitan por el lugar, gesticulan, se expresan a voces e intercambian, compran y venden las más variadas mercancías, exagerando de forma desproporcionada sus virtudes y cualidades; mercancias deseadas por unos, ofrecidas por otros y viceversa. Entre chalaneos, regateos, trolas y demás engañifas comerciales, transcurre la animada jornada. La imagen que reinterpetro de esta famosa obra, me hace conectar con los avatares que se viven en España, a la hora de las negociaciones politicas.
Vaya por delante, como no puede ser de otra manera, mi respeto al legítimo derecho a negociar cualquier partido con cualquier fuerza política representada en el Congreso de los diputados, organizada numéricamente según la voluntad del pueblo español, manifestada en las urnas. Dicho esto, quisiera dar forma a la comparación de mi idea de «mercado persa con los intercambios de intereses de los distintos partidos a la hora de conseguir sus respectivas metas. La más estricta racionalidad me lleva a pensar que las negociaciones entre partidos deberian centrarse en las propuestas que mas réditos den alos ciudadanos que votaron un determinado programa electoral.
De igual a igual. Quien apuesta por un plan concreto para paliar el problema de la vivienda basado por ejemplo en una calculada inversión a medio y largo plazo de viviendas protegidas, frente a otro, cuya forma de entender la sociedad, le lleva a proponer una planificación de más inmediato efecto que conlleve incentivos al alquiler. O quién aboga por un sistema de educación más laica y pública frente a otro modelo basado en la meritocracia y en la igualdad de oportunidades. O cómo preservar los incrementos anuales en el sistema público de pensiones ante una posición que defienda la contributividad de cada pensionista, etc. etc. Con estos ejemplos, citados a vuelapluma, independientemente de que sean más o menos afortunados, quiero reflejar la necesidad de tratar temas concretos, afines y decisiorios para una buena gestión de gobierno, en beneficio de todos los españoles. Lo que ya me resulta más difícil, de digerir, con todos mis respetos, es la negociación de temas completamente antagónicos y dispares. Un partido negocia la formación de un gobierno que va a emprender loables mejoras sociales frente a otro partido que lo que pide son más derechos y privilegios para su Autonomia y sus dirigentes. Dos pretensiones que no tienen nada que ver la una con la otra. Como decia el que fue mi jefe: peras llevo, manzanas traigo. Y ahi es cuando empiezo a perder mi visión racional de la política. Y ahí es cuando se me viene a la mente lo de mi mercado persa. Y me empiezo a cuestionar la lógica y la verdadera utilidad de este tipo de negociación.
Admitiendo que la realidad española es la que es, no me resigno a reivindicar un sistema democrático, que dé sentido a lo que de verdad importa. Abogo por una política, acorde con la mayoría de edad de la sociedad del siglo veintiuno.
De verdad, ¿es imposible desterrar este perverso mercadeo casi inmoral de negociar temas que están lejos de interesar a la mayoria de los votantes?.
De verdad, ¿no se puede evitar que un conflicto territorial localizado en un área determinada se utilice como moneda de cambio, contra los ingentes y acuciantes problemas de todo un pais de cerca de cincuenta millones de habitantes?
De verdad. ¿no se puede discutir un asunto territorial, por muy delicado y espinosos que sea, en un foro aparte, sin tener que influir en la gobernanza del resto de la nación? Disponemos de una Cámara territorial creada al efecto, el Senado. Pero si pensamos que ahí prevalece una mayoria conservadora pues hágase en otro sitio. Donde sea, cuando sea y como sea, pero por favor hágase con la seriedad, la transparencia y la profundidad que el asunto requiere, dejando al margen cualquier otra cuestión.
Desjudicialicemos el conflicto, Si, pero por qué no aprovechamos para individualizar el problema, desligándolo de toda influencia ajena a su esencia y dandole al debate toda la sensatez, lógica y altura de miras que exige una cuestión de tantísimo calado. Pienso que la madurez política en España, según mi parecer, hoy por hoy, está muy lejos de ser una realidad. Si algún dia, la forma de entender y de hacer política en nuestro pais, se racionaliza de verdad y deja de parecerse a mi reinterpretación de un mercado persa (con todos mis respetos a dicho mercado), tendremos un gran motivo para felicitarnos todos.
por Juan José Lagares