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El Arte de envejecer bellamente: Entrevista con Guady Ruiz-Giménez

           Tras nueve meses escribiendo, Guady Ruiz-Giménez se reunió conmigo, su editor personal,  para ultimar los últimos detalles del manuscrito. Sírvete un té, estás invitado a esta conversación sobre el viaje que encontrarás en  las páginas de este magnifico libro escrito por una mujer excepcional.

¿Cuál fue el momento clave en tu vida que te llevó a todos estos aprendizajes reflejados en el libro?

Hubo un doble punto de inflexión. Por un lado, un mensaje del cuerpo: sentí un gran dolor en la cadera, complicado con una trocanteritis, y me decían que el tratamiento sería muy complicado e invasivo. A mí me aterraba eso, porque siempre he sido una mujer muy deportista —jugaba a tenis, practicaba natación…— y pensar que tendría algo artificial metido en mi cuerpo, como una prótesis, me produjo un shock. Ya sabes que creo mucho más en las causalidades que en las casualidades: todo eso coincidió con mi etapa final en el parlamento europeo.

El Arte de envejecer bellamente: Entrevista con Guady Ruiz-Giménez

Por aquel entonces residías en Bruselas y tenías muchas responsabilidades…

Sí, vivía a caballo entre Madrid, Bruselas y Estrasburgo, y recorría el mundo por América Latina. Mi ocupación era la del área de Trabajo, Cooperación y Cultura, y mi área geográfica era Latinoamérica, así que me tocaba viajar todos los meses para representar a la Unión Europea.

¿Te gustaba ese tipo de vida?

No mucho en cuanto a las reuniones, pero sí me apasionaba el hecho de dar a conocer el proyecto europeo en otras zonas del mundo. Me atraía muchísimo porque siempre me ha gustado la comunicación y la política. Yo tenía el servicio a la política idealizado, porque es una manera de ayudar a tu país, a tu pueblo, puedes hacer muchas cosas por mejorarlo. Pero cuando te metes dentro del sistema, te encuentras con muchas amarras y mordazas.

El Arte de envejecer bellamente: Entrevista con Guady Ruiz-Giménez

Estaba incómoda y mi cuerpo se rebelaba. Lo que también coincidió con una crisis personal en mi vida familiar.

Así que, de alguna manera, la vida profesional, la personal, tu cuerpo… todo colapsó.

Yo lo veo como una señal que me dijo: «¿Qué está pasando?». Siempre he sido una persona muy preguntona, ya desde el colegio. Siempre me he preguntado el porqué de las cosas, pero después entendí que también era necesario preguntar el «para qué». Y la respuesta es «para que mires hacia dentro». Eso me costó. Fue justo ahí cuando decidí que era el momento de cambiar de vida. Y cuando buscas, encuentras algo. De repente conocí el Pilates. Nadie sabía lo que era en los años 90. Incluso había un pleito en Estados Unidos sobre quién se quedaba con la titularidad de ese nombre, porque Joseph Hubertus, su creador, murió sin dejar descendencia ni testamento. Dos de sus alumnos pleitearon hasta que el Supremo de Estados Unidos determinó que Pilates era un nombre genérico que se podía usar, como el Yoga, aplicado a una técnica con unas características que podía usar cualquiera.

¿Qué significó para ti este descubrimiento?

Más que una técnica fue un shock, ya que me obligó a enfrentarme conmigo misma. Debido a la trocanteritis, tenía mucho dolor y me consiguieron una sesión en Milán cuando estaba allí por trabajo. Durante esa semana hice dos o tres clases y entendí que podía ser mi salvación: evitar una operación, recuperar la musculatura… Eso fue el inicio de mi viaje interior, cuando contaba poco menos de cincuenta años.

El Arte de envejecer bellamente: Entrevista con Guady Ruiz-Giménez

No hablaremos del viaje interior, que está en el libro desarrollado muy en profundidad, pero sí de principios generales: pasaste a cuidar de tu cuerpo, de tu mente y de tu espíritu.

Empecé a cultivar el Pilates por mi cuenta, que es una técnica que se inserta en la categoría cuerpo-mente. Tienes que meterte dentro y poner la mente al servicio del cuerpo. Eso para mí fue como tirarme en paracaídas, porque he sido siempre una mujer muy mental, cartesiana, pero el cuerpo lo había vivido tal como dice Ken Wilber: era una centaura. Subida en algo que me mantenía en alto, pero a lo que no le hacía ni caso. Toda mi energía estaba en la cabeza. Cuando en Pilates me dijeron que me tenía que meter dentro de mí y hablar a mis músculos, al principio creía que me hablaban en chino. No entendía nada. Pero cuando no sé algo, me mueve la curiosidad, así que empecé a investigar las técnicas de bioenergética. Ahí conocí a Luis Pelayo, que habla de los mensajes del cuerpo.

Primero te pusiste en comunicación con tu cuerpo para ver qué te decía y qué te pedía…

Exacto. Ahí empiezo el viaje para descubrir que el cuerpo tiene su lenguaje y que es una máquina perfecta para autocurarse si no interrumpes el proceso de curación.

El Arte de envejecer bellamente: Entrevista con Guady Ruiz-Giménez

Imagina que alguien se encuentra en ese mismo punto, que no se ha cuidado, siempre pendiente del trabajo y lleno de tensiones. Quiere aprender el arte de envejecer bellamente. En el nivel del cuerpo, ¿qué es lo más importante que debe saber para empezar un camino de salud?

Yo siempre digo que, para saber de algo, debes investigar cómo está hecho ese algo. Es como tener un coche fantástico sin su manual de instrucciones. El problema es que no hay ningún manual de cómo actuar con tu cuerpo. No hay luces de advertencia sobre sus fallos. Debes informarte sobre qué es tu carruaje…

¿Cómo deberíamos informarnos?

Hay muchas técnicas de cuerpo-mente en las que se enseña que el cuerpo es un instrumento donde se apoya el espíritu. El cuerpo está hecho perfectamente, con todos los sistemas trabajando en cooperación para que no tengas que hacer nada. El problema es que hacemos para mal, no para bien. No lo conocemos y no sabemos aprovechar esa maquinaria fabulosa. Lo maltratamos con la mala alimentación, con el estrés, con nuestra forma de vida… porque no sabemos cómo funciona. Cuando lo sabes, al entender que somos energía, que estamos hechos de los elementos que constituyen la naturaleza…, entonces lo ves todo distinto. Yo no tenía ni idea que en mi cuerpo había tierra, agua o minerales. Para encontrar eso tienes que recurrir a la medicina ayurvédica o a la medicina china. Allí dan muchas pistas, pero no existe el manual perfecto. Este libro tenía ese objetivo: ser un manual de instrucciones.

Una vez conocemos nuestro cuerpo, hay que incorporar algo de ejercicio diario…

Cada día deberíamos dedicar un tiempo a mover el cuerpo correctamente, a ser consciente de que caminas y respiras bien… Un ratito, aunque solo sea media hora.

Te quiero preguntar por la meditación. ¿Qué beneficios crees que puede aportar a aquellos que no la han practicado nunca?

Mucha gente hace meditación sin saberlo. Recuerdo que yo le decía a un amigo de Bolonia: «La meditación te puede ayudar mucho», a lo que él preguntó: «¿Y qué es la meditación?». «Estar contigo mismo, en silencio, en tu vacío, y observar lo que pasa en tu mente. Pero realmente te puedes focalizar en la respiración o en mirar el mar…», expliqué yo. «¡Pero si eso es lo que hago yo todos los días! Me voy al monte con mi perro y puedo estar una hora mirando la montaña, el azul del cielo…», contestó él sin dudarlo.

El Arte de envejecer bellamente: Entrevista con Guady Ruiz-Giménez

Pues eso es meditar, alejas tu mente de las preocupaciones y te centras en el presente, en el momento. No todo el mundo puede hacerlo porque hay que tener la naturaleza cerca, que ayuda mucho a meditar. Pero es otra disciplina necesaria. Recomiendo que cada día se tenga un rato por la mañana y por la noche para dedicarla a uno mismo.

Hablemos de la nutrición, ¿qué es para ti una alimentación saludable?

Sería aquella que alimenta todos los componentes que el cuerpo necesita. Vuelve a ser lo mismo: información, saber qué necesita tu cuerpo para seguirlo y alimentarte mejor. Me di cuenta, a través de mi estudio, de que no hay recetas generales, porque cada organismo es diferente. Sobre esto, también nos enseña mucho la medicina hindú o la china, pero sí que hay ciertas líneas comunes de necesidades nutricionales que son aplicables a todos.

¿Qué nos puedes decir del descanso?

Le doy gran importancia, porque es una fuente de energía. El cerebro necesita reponerse, todos los sistemas del cuerpo requieren de las horas suficientes para recargar las pilas. Por ejemplo, yo duermo entre 7 y 8 horas, que es algo muy natural. No suelo tener problemas para dormir, pero también es verdad que soy una persona muy activa y llego a la cama agotada.

Hay algo que quizá no está muy presente en el libro, las relaciones sociales. Para envejecer bellamente, ¿qué vínculos hay que crear a tu alrededor?

Está acompasado al propio proceso de descubrir quién eres. Somos seres sociales y a lo largo de la vida estamos rodeados de personas. Normalmente vivimos en sociedad y buscamos tener relaciones, amigos, familia… Yo vengo de una familia muy numerosa y la interacción con los demás ha sido siempre algo muy normal. A mí me gusta mucho relacionarme, soy una apasionada del ser humano. Me encanta interactuar. Pero sí me he dado cuenta de que va cambiando el grado y tipo de afecto que necesitas. Así como en la juventud te relacionas de forma superficial, cuando maduras seleccionas esos afectos de calor, complicidad, de ayudar, que no vienen del traje social construido, sino del ser. Hay un campo magnético que no sabes por qué, pero que hace que determinadas personas te atraigan. Eso también indica que has contactado ya con tu ser. Con relaciones más reducidas y auténticas, aprendes a no juzgar, encuentras la complicidad de reírte y jugar: cuando envejeces bellamente, a medida que te haces mayor, te haces más joven.

¿Crees que es importante cultivar nuestra dimensión espiritual en esta etapa de la vida?

En este sentido me gusta mucho la frase de Emilio Carrillo: al quitar las capas de la cebolla, encuentras el capullo sin darte cuenta.

¿Y cómo se quitan esas capas?

En un viaje como el que viviremos en este libro. Te informas del cuerpo y la complicidad que tienes con él, lo que implica cuidarle y nutrirle bien, darle descanso y los beneficios de la naturaleza… Entonces vas profundizando. La mente se va aquietando y empiezas a observar sin esfuerzo, relativizando mucho las cosas, viendo que cuando algo acaba, otra cosa llega. A medida que vas quitando capas, ganas consciencia de todo eso. Y en la medida que estás en la consciencia, aparece y emerge el espíritu. Puedes tener una fe, una religión, está ahí como un soporte, pero incluso eso no basta. Cuando he descubierto lo que soy es cuando he viajado por el cuerpo y la mente. No se puede abordar el espíritu por sí mismo, sino que aparece solo si prestas atención a lo demás.

El gran miedo de nuestra civilización es la muerte, ¿qué opinas?

Yo siempre he dicho que me gustaría morirme en perfecto estado de salud. No me da miedo la muerte, me da miedo la enfermedad. Y a medida que va emergiendo el espíritu, te da menos miedo morir porque estás más conectado con la trascendencia. El espíritu no tiene identidad, aprendes que eres parte de un todo. Eso es una percepción, una experiencia. Cuando la vives, se va relativizando el concepto de la muerte. He tenido personas muy cercanas que, en el momento de irse, se han ido con paz y una sonrisa. Por eso pienso que no debe ser malo. Creo que hay que hacer pedagogía de la muerte como un paso más en la vida, porque muerte y vida son dos partes de lo mismo. La muerte es un nacimiento a otra dimensión.

Guady Ruiz-Giménez & Francesc Miralles

Por Francesc Miralles

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